¿La Ciencia
duda de sí misma? por
Eduardo Martínez
Como expresión de una milenaria ecuación que
parece encontrar nuevos canales de expresión, y escenarios de abordaje,
diversas publicaciones en el ámbito mundial vienen tratando la relación de
la Ciencia y la Religión. Lo que La ONDA digital publica a continuación es
uno de esos trabajos, el de Eduardo Martínez, publicado inicialmente por
la revista digital española Tendencias21.
Ciencia y religión, en un nuevo escenario
Las dudas científicas intensifican la búsqueda de respuestas a las
cuestiones fundamentales. La ciencia se ha adentrado en un período de
dudas que no sólo ha fracturado las lecturas del mundo, sino que ha
intensificado la búsqueda de respuestas a las cuestiones fundamentales
tanto por parte de algunos científicos, como por parte de nuevos teólogos,
en ocasiones expuestos a visiones integristas de la
sociedad.
Algunos físicos han reivindicado la física como la nueva teología,
mientras que otros neurocientíficos han llegado a la conclusión de que
existe un sistema neurológico cuya función es provocar las creencias
religiosas en los seres humanos. En este escenario de dudas científicas y
de reivindicación religiosa de respuestas a las cuestiones fundamentales,
nos encontramos de nuevo con nosotros mismos.
La
comunidad científica es hoy el escenario de una confrontación de pareceres
respecto a las cuestiones fundamentales del conocimiento que ha llevado a
la ciencia a dudar de sí misma. Lo cuenta un especial del semanario
francés Le Nouvel Observateur dedicado al tema -La Ciencia y Dios: el
nuevo choque. (1)
Por una parte se
encuentran aquellos científicos que, siguiendo los pasos de Einstein,
consideran que el Universo es inteligible y que el azar se organiza
continuamente con una complejidad creciente. Algunos de ellos señalan
incluso la existencia de una "realidad última" que sería la que daría
sentido a toda la evolución y a la experiencia humana.
Por otro
lado figuran los científicos que consideran que lo mejor del conocimiento
todavía no ha llegado. Señalan que probablemente existan más universos
aparte del nuestro y que lo que hemos de descubrir será tan complejo que
los 100 mil millones de neuronas de nuestro cerebro jamás alcanzarán a
comprenderlo.
Estas
divergencias se basan en las sombras que persisten en los conocimientos
considerados indispensables para la comprensión de la vida y de la
materia. Por ejemplo, si ha podido verificarse la teoría del Big Bang o
gran explosión inicial, quedan en el ambiente muchas cuestiones que
siembran dudas sobre si realmente alcanzaremos a responderlas.
Cuestiones cruciales Son cuestiones tan cruciales como
si había algo antes del nacimiento del Universo, o si la expansión de
estrellas y galaxias es infinita o colapsará en algún momento. La
respuesta dependerá de nuestra capacidad de mejorar los instrumentos
astronómicos, de elaborar un marco teórico adecuado a estos conocimientos
y de procesar informáticamente los nuevos datos.
Si pretendemos
acercarnos al conocimiento de nuestra especie, las lagunas también son
considerables. Aunque la paleontología y la genética han explicado cómo
surgió la humanidad, todavía sigue sin aparecer el ancestro común del
chimpancé y el hombre.
El capital genético de la especie es por
otro lado tan homogéneo que se cree que toda la humanidad procede de un
colectivo de 30.000 personas, que fueron las que realmente conquistaron el
planeta.
Gramática diferenciadora Y aunque pensamos que el Homo
Sapiens tiene una antigüedad de 150.000 años, mucho menos sabemos acerca
de cuándo apareció la conciencia y el pensamiento, si bien se cree que la
gramática, entendida como la capacidad de combinar palabras, fue la que
realmente señaló la diferencia entre el Homo Sapiens y sus predecesores.
Otra cosa que hemos averiguado es que el hombre no es el último
estadio de la evolución, sino una fase intermedia que puede estar llamado
a desaparecer dentro de un millón de años. Lo sabemos por el conocimiento
sobre la vida, que puede explicarse casi completamente en términos
químicos.
Si el código genético ha sido comparado con el software
de la evolución, la materia viva representa el hardware. Y aunque se ha
conseguido la síntesis de partes de una célula con la esperanza de
reunirlas en un organismo artificial, y se ha desmontado una bacteria para
ver cómo funciona, seguimos sin saber con exactitud en que época remota
apareció la vida en nuestro planeta, así como el origen último de la vida.
Finalmente, si bien la física ha conseguido establecer los
principios constitutivos de la materia y la energía, dos posibles
explicaciones del mundo subsisten: la de la mecánica cuántica (que
funciona bien a escala subatómica) y la de la Relatividad (que se se
corresponde con el funcionamiento del Universo), explicaciones que en
ocasiones son, sin embargo, contradictorias entre
sí.
Unificación pendiente Por
último, queda pendiente la pretendida unificación de las cuatro fuerzas de
la naturaleza: la débil, la fuerte, la gravitacional y la
electromagnética. Habrá que esperar a 2007 o 2009 para ver si el bosón de Higgs, esa partícula nunca
observada y que sería la que permitiría alcanzar la gran unificación de
fuerzas pretendida, se consigue observar en el nuevo colisionador de
partículas que construye el CERN de Ginebra.
Este balance del
conocimiento científico, además de fracturar las posibles interpretaciones
del mundo, ha llevado a la ciencia a bajar del pedestal en el que se
encontraba. A finales del siglo XIX, Poincaré ya señalaba que los modelos
científicos no proporcionan una aproximación al mundo real.
La
pretensión de aportar desde el conocimiento científico un modelo homogéneo
y unificado se perdió a comienzos del siglo XX. Bergson señaló al respecto
que la ciencia sólo conocía la superficie de las cosas y que sólo otro
tipo de conocimiento, como el intuitivo o directo, podría acercarnos a las
profundidades del mundo.
Husserl señaló poco después que la fuente
real del conocimiento no estaba en la ciencia, sino en la filosofía, y
Heidegger puntualizó que la ciencia sólo conoce lo que es, no el ser en sí
mismo. Es decir, la ciencia lo conoce todo, menos lo realmente
importante.
Nuevos terrenos de conocimiento Esta
confusión, que es la que ha provocado la duda de la ciencia sobre sus
capacidades reales de llegar a las profundidades del Universo, no ha
impedido que algunos científicos exploraran nuevos terrenos de
conocimiento.
Algunos físicos han reivindicado la física como la
nueva teología, asegurando no sólo que Dios es una exigencia de la
evolución, sino también que la resurrección de los muertos se deduce de
complejas ecuaciones matemáticas. Es el caso del físico Frank Tipler,
autor de La física de la Inmortalidad.
El profesor de la Universidad de Cambridge Brian
Josephson, Nobel de Física en 1973 por sus
trabajos sobre superconductividad, ha comparado el estado místico de las
tradiciones religiosas con el estado fundamental del helio líquido.
Fritjof Capra, físico de la Universidad de Berkeley, ha asimilado los
últimos descubrimientos físicos con el taoísmo (ha escrito un libro
titulado El Tao de la física), mientras que David Bohm, especialista en teoría cuántica, señala que el mundo
conocido es sólo la proyección de un orden oculto, al que llama "orden
implicado".
El anatomista Franz Gall (1758-1828), por último,
considera haber localizado en el cerebro lo que denomina el "órgano de la
religión", dando origen a una nueva corriente de investigación denominada
"neurología de la religión": el neurofisiólogo canadiense Michael Persinger ha conseguido
estados místicos en voluntarios mediante estimulación de los lóbulos
temporales.
Sistema neurológico de creencias Otros
neurocientíficos, como Eugene D'Aquilli y Andrew Newberg, analizando
cerebros de monjes con imágenes de resonancia magnética, han llegado a la
conclusión de que existe un sistema neurológico cuya función es
provocar las creencias religiosas en los seres humanos.
Nadie ha
podido explicar científicamente, sin embargo, cómo es que ha aparecido la
religión en las sociedades humanas y por qué razón está presente en todas
las culturas desde los primeros momentos de nuestra especie.
Las
religiones han aprovechado estas dudas de la ciencia para ofrecer
respuestas basadas en los más antiguos sistemas de creencias, a las
cuestiones que la ciencia ha renunciado a considerar. Bertrand Russel lo
reconocía con esta frase: La actitud religiosa moderna prospera gracias
a las confusiones del intelecto.
El integrismo religioso forma
parte de esta reacción religiosa, que ha sido denominada por Gilles Kepel "La revancha de Dios".
Este integrismo religioso lo encontramos en algunas de las formas del
terrorismo actual, así como en las cruzadas para imponer obligatoriamente
la oración en las escuelas de Estados Unidos, donde la mitad de la
población no cree en la evolución.
Nuevo escenario En este escenario de dudas
científicas y de reivindicación religiosa de respuestas a las cuestiones
fundamentales, nos encontramos de nuevo a comienzos del siglo XXI.
Hay una novedad, sin embargo, respecto a otros momentos históricos
parecidos: por el comportamiento de las partículas subatómicas, hoy
sabemos que desempeñamos un papel mucho más importante de lo que
pensábamos en la conformación de la realidad. Lo dijo Arthur Eddington en 1929 en una
frase memorable: somos quienes movemos y conmovemos a este mundo para
siempre.
A pesar de la duda científica, del hecho religioso
tan vigente y plural como las culturas humanas, seguimos siendo por tanto
los artífices de la historia. Albert Jacquard, profesor de Genética en la
Universidad de Ginebra, lo ha expresado magistralmente en el libro
Les scientifiques parlent:
es el hombre el que hace
que las cosas sean bellas, su aquiescencia la que las hace
justas.
http://tendencias21.net/
1) La Ciencia y Dios: el nuevo choque
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